Celebrando mis 14 años de vida sacerdotal este 6 de enero, Festividad de la Epifanía de Nuestro Señor Jesucristo, siguiendo las informaciones del oficialismo en Cuba en esta fecha y para no hacerme cómplice de la falsa que el gobierno de Raúl Castro, quiere vender al mundo en complicidad con denominaciones religiosas que al precio del silencio de la realidad de la isla se les televisan conciertos Navideños, mientras millones de niños entre las que incluyo a mis hijas no podemos llegar con un juguete este Día de Reyes, decido llegar a mis lectores con esta reflexión histórica sobre los orígenes de las fiestas de Navidad.

El ciclo litúrgico llamado Tiempo de Navidad, NO termina con el Día de Reyes o Epifanía del Señor, este tiempo comprende desde el 25 de diciembre Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, hasta el 2 de febrero, Fiesta de la Purificación o de la Candelaria, alcanzando por tanto 40 días.
Este ciclo tiene como objetivo celebrar el gozo del Nacimiento del Señor, en Belén; su infancia y vida oculta, en Nazaret; y las primeras y solemnes manifestaciones del mismo a los hombres. Comprendidos en dos periodos:
a) Periodo de Navidad: Son los 15 días entre el 25 de diciembre, Nacimiento de Jesús y 6 de enero, Epifanía de Nuestro Señor Jesucristo o Día de Reyes.
b) Periodo de Epifanía: desde el 6 de Enero al Domingo de Septuagésima o Fiesta de la Candelaria donde conmemoramos la presentación de Jesús en el Templo y la purificación de la Virgen; su nombre procede de las velas (o candelas) que los devotos portan en las procesiones.
La Fiesta de Navidad es hoy una de las más solemnes del año, fue instituida en la iglesia en el siglo IV, es originaria de la Iglesia Latina y más propiamente de Roma, la cual se desconoce bien cómo se comenzó a celebrar el 25 de diciembre como aniversario del Nacimiento del Salvador. No existe una tradición autorizada acerca de la fecha histórica del Nacimiento de Jesucristo, ni es posible, por falta de documentos por lo que se desconoce realmente el día y el año. San Clemente de Alejandría (+215) declaraba que oscilaba entre el 17 de diciembre y el 29 de mayo. Por estas oscuridades a principio del siglo II, se comenzó a celebrar en Oriente en los primeros días de enero y con preferencia el 6.
Roma para tratar de eliminar la fiesta profana y supersticiosa en honor del Sol invicto, el Dios Mitra, que el calendario civil Filocaliano indicaba el 25 de diciembre, desglosó de la Epifanía la memoria del Nacimiento del verdadero Sol de justicia, Jesucristo y la trasladó definitivamente a esta fecha. En el año 375, San Juan Crisóstomo la implantó en Antioquia, de donde paso a Constantinopla; luego a mediados del siglo V, a Jerusalén, y por el año 430, a Alejandría de donde se extendió con rapidez a todo el Oriente.
La Epifanía: Significa “Manifestación”, y es el efecto de la festividad instituida para honrar tres grandes manifestaciones de la Divinidad de Jesucristo a los hombres.
1) La Adoración de los Magos de Oriente.
2) El Bautismo de Jesús, en el río Jordán.
3) Las Bodas de Cana de Galilea.
En la primera, los Magos le reconocen como Dios, le adoraron y le ofrecieron, junto con otros dones, incienso.
En la segunda, fue el Padre Eterno quien lo proclamó Hijo de Dios.
En la tercera, el mismo Jesús, se manifestó como Dios, convirtiendo milagrosamente el agua en vino.
La Epifanía es una fiesta de origen Oriental, como la Navidad lo es de origen Romano, al instituirse esta última en Roma por el siglo IV, se efectuó entre Oriente y Occidente una especie de intercambio litúrgico, aceptando la fiesta romana de Navidad, y éste la griega de la Epifanía.
En torno a esta fiesta se han tejido varias leyendas de carácter cristiano, se ha dicho que los Magos, son reyes; cuando sólo eran sabios que estudiaban lo que hoy conocemos como la astrología, o a lo sumo eran sacerdotes; se ha dicho que eran dos, tres, seis, ocho, doce y hasta quince; fue San León, en el siglo V quien hablo de tres. Los nombres vulgares de Melchor, Gaspar y Baltasar, datan del siglo VII, aunque no constan en ningún documento serio. En el siglo VIII, el venerable Beda describió a Melchor anciano y de larga barba; a Gaspar, joven, lampiño y rubio; y a Baltasar, negro y de espesa barba; pero esta diferencia de razas no se advierte en la escultura, pintura y numismática primitivas.
Entre los presentes que ofrecieron al recién Nacido había oro, incienso y mirra, presentados en cofres preciosos. En esa ofrenda reconocen a Jesucristo como Dios, como Rey, y como Hombre Mortal. Simbolizando también tres virtudes representas en el oro como la caridad, en el incienso la oración y en la mirra la mortificación.
La Candelaria o Purificación: Con esta celebración se cierra oficialmente el ciclo de Navidad, llamada por los griegos “Hypapante” o “encuentro”. En Oriente se introdujo esta festividad en los tiempos apostólicos; en Occidente se creó en el siglo VII. Tanto en Oriente como en Occidente la celebración eucarística está precedida con una procesión en la que los fieles llevan en sus manos velas encendidas bendecidas.
San Anselmo, entendió y propagó el simbolismo de las velas y sus elementos componentes: La Cera, obra de las abejas, simboliza la Carne de Cristo; La Mecha, que está en el interior representa el Alma; y la Llama que brilla en la parte superior, La Divinidad.
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